Tengo un Hijo Rugbier.
Usted sabe, Señor? Yo tengo un hijo rugbier... Un buen día apareció por casa con la novedad de que quería jugar al rugby. Al principio trate de sacárselo de la cabeza. Le confieso que con mi señora teníamos un poco de miedo, nos parecía un deporte muy brusco y peligroso. Pero ante su insistencia accedimos a que probara –“Probara” nada mas- con la esperanza de que como había ocurrido antes con todo lo que había emprendido, pronto se cansaría y abandonaría…
Y ahí empezó, la cosa, mejor dicho los enteramientos y al poco tiempo los partidos (comprar botines, camisetas, medias, etc...). Ante mi sorpresa, su entusiasmo no decrecía, al contrario aumentaba con el tiempo, hasta que un día le dije a mi señora, “vieja, hoy juega en el club, vamos a verlo…”
Usted sabe señor, cuando salieron a la cancha tan grande con su uniforme del club y la cancha tan grande.. Cuando nos vio pareció crecer como si nos dijera: ¿ven? Formo parte del club..
Después, comenzó el partido… Ay señor! Que mal rato pase… Todos se peleaban por la pelota y cuando alguno la conseguía lo tiraban al suelo y empezaban de nuevo… íntimamente deseaba que el no la agarrara pero la agarro y el mundo le cayo encima: casi entro a la cancha para salvarlo. Pero paso la jugada y se paro y siguió corriendo con todo entusiasmo y al fin se termino el partido. Ante mi asombro vi como se abrazaba con los rivales y así salían todos de la cancha. Vea señor… En ese momento una débil luz comenzó a hacerse en mi cerebro y quise saber mas de ese deporte que yo desconocía donde, después de andar a los revolcones por esa pelota, salían de la cancha de esa manera riéndose y comentando el partido…
Y comencé a concurrir más asiduamente y a entenderlo cada día más y a aprender sus leyes. Y ocurrió lo inevitable.
Un día en un partido (para ese entonces yo me creía un erudito) me pareció que un referee se había equivocado y herido en lo mas profundo de mi ser, como hincha y como padre. Lo discutí con ese referee al finalizar el partido. Lo recuerdo como si fuera hoy: el era un poco mayor que mi hijo y, cuando estaba enrostrándole su proceder, vi a mi hijo que paseaba a nuestro lado con un chico del equipo contrario… Y, vea señor, nunca voy a olvidar la mirada de reproche que vi en sus ojos y lo que después en casa me explico. “mira papa, a mi me enseñaron que el rugby es un deporte de caballeros donde todo se hace por amor al deporte y nosotros acatamos y compartimos con eso. Y si alguien se equivoca, lo aceptamos sin discutir, porque alguna vez nos vamos a equivocar nosotros y lo van a aceptar del mismo modo” y usted sabe que señor? Después agrego: “ hoy me hiciste quedar mal ante compañeros y contrarios; por eso para tratar de enmendar tu error te pido un favor… es que vayas a verme 5 partidos y que durante ellos hagas el sacrificio de no hablar una palabra ni a favor ni en contra.
Lo juro estaba muy avergonzado que acepte sin vacilar y durante esos 5 partidos, comprobé que podía haber equivocaciones pero que la mayoría de las veces el equivocado era yo, sin protestar no solamente apreciaba mejor el partido: también tuve tiempo para darme cuenta que detrás de cada silbato de cada referee hay un ser humano, joven o viejo, que tiene algo en común: su gran amor por el rugby. Ese amor, esa total dedicación no merecen la afrenta de la duda.
Sabe una cosa señor? Esa primera lección que, que sin proponérselo, me dio mi hijo, es uno de los tesoros mas preciados. Gracias a ella, comprendí que así como todos podemos equivocarnos, todos merecemos la comprensión de los demás cuando lo hacemos honestamente. Y hasta creo que a partir de ahí, mejore algo… aprendí a ver mejor la vida…
Excelente nota de un periódico anónimo… que encontré en la web y que merecía ser publicada acá.